Monday, December 26, 2005

Pesadilla




Creyó estar en una pesadilla que no le pertenecía,
intentó sonreír sin lograrlo, notó una cámara fotográfica en sus manos...
Buscó quien oprimiera el flashpara quedar grabada en una imagen estática donde no existieran los mañanas, los ayeres no importaban pues los había dejado atrás cuando cerró la puerta. Nuevamente se vio en la buhardilla, donde reinaba un solo mueble; una cama.
tomó el insecticida para exterminar el miedo.
Esparció sobre el lomo negro que raptaba a sus pies.
Vio a la alimaña entre sus pechos y como si fuera la ultima esperanza
vació el tarro completo sobre su propia piel.

Erzsébet

Se atrevió a volar



Alisa escuchó el crujido del cuerpo cuando quiere apartarse del alma. Necesitó una vez más ser desconectada y sabía que él era la respuesta. No pudo mirar sus ojos mientras le sonreía rogando por la sensación del humo que la evaporaría.
Las personas desaparecían y como si se tratase de una actuación las cortinas se descorrían. Imaginó la expresión del hombre sin levantar la vista, -ya había aprendido a fingir-... Los tragos se quedaron sobre la mesa del bar, las baldosas del baño enfriaron sus rodillas , el lavabo sonreía burlón dispuesto a tragarse el vomito posterior a la eyaculación, las moscas dejaron imprevistamente su vuelo para observar el cuadro. Otra vez la muñeca era descuartizada, transformada en trozos. En el hueco de la boca un objeto taponó el quejido, las piernas cayeron a los lados y los dedos se cristalizaron. Alisa se atrevió a volar en el cuarto hasta llegar al espejo... se vio rota, pensó en terminar ese primer acto de la manera usual... el telón caía mojando piso.

Erzsébet

Muñeca rota




No lograba cerrar los ojos sin el vaivén mecánico que lo produjera, sus pupilas inmóviles quedaban clavadas en el observador como si esperaran una respuesta.
Todas las noches era sumergida bajo las sabanas donde por fin lograba un parpadeo. Imaginaba verse a si misma sin la rigidez de la muerte. Menos en esos momentos donde necesitaba ser rigurosa en el movimiento de la pelvis y también de los labios. Frunció el ceño, relajó los brazos, sus ojos se quedaron abiertos, y, otra vez se convirtió en muñeca rota mientras su cuerpo comenzaba a flotar para luego hundirse hasta la asfixia bajo las sabanas.
Erzsébet

Zapatos Rojos




Decidió beberse las lagrimas mientras la madre sepultaba otra vez al padre. Los golpes habían sido demasiados, pero sabía que él se levantaría otra vez, como después de cada borrachera.
Alisa comió apenas, pensó en suicidar su boca, pero lo único que hizo fue salir.
La respiración no tardó en volverse agitada, los trapos que usaba por ropa no le bastaban para sentirse puta, necesitaba el arranque inicial y como si se tratase de un motor calzó los zapatos rojos que la madre guardaba en el último cajón, el de las cosas olvidadas.
Ahora se enfrentaba a la vida misma y le parecía como mil portazos en la cara.
Luis no le negó un poco de hierba ni le advirtió las consecuencias, tampoco hizo la negativa al asqueroso beso que el muchacho pidió por pago.
Todo sentido de vida se le iba como tragado por un huracán, arrancado de raíz, incluso pudo ver que no existía siquiera un lazo que la detuvieran en casa.
Durante largo rato soportó los zapatitos que le hacían ver las piernas de mujer adulta.
No tardó en sentir tras de sí, la palabra dura que ofrecía buen pago.
La hierba hacía lo suyo, fue fácil decir que sí a todo.
La noche la tragó despacio como una tortura presagiada.
Ni siquiera se desvistió ella misma como lo imaginó otras veces donde fantaseó ser puta. Tampoco cerró las piernas, simplemente abrió la mano para recibir el pago. Se halló desnuda con el alma sangrando en finas gotas y pudo ver que aún llevaba los hermosos zapatitos de color rojo.
No habría regreso, se desplomó en el pozo...

Erzsébet

Sin saber

A veces quisiera que se diera cuenta que no todo es tan bello, ni el amor tan puro, ni los sentimientos eternos.
Que muchas cosas son contradictorias, que hay belleza en lo feo... como eso que sentí, ese dulce palpitar entre mis muslos, un tic tac eterno que me hizo morir por un segundo. Que se acepta incluso lo grotesco, y lo peor; sin saber la razón.
Erzsébet

Cautiva



"Porque cuando un niño no puede verse en los ojos de su madre, tampoco podrá verse en ningún otro espejo. Pero qué fría morada la mirada de una madre que no ve a su hijo. Verlo significa reconocer su existencia; no verlo, negársela".


Cautiva
Creo que sin usted, el ático es más oscuro, tanto que a veces creo que la oscuridad va a ser que yo misma desaparezca. Quizá sea lo mejor...
Erzsébet
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