Friday, May 19, 2006

El hueco de unos brazos

No era un capricho, ni siquiera notaba que tras cada ausencia le mataba un poco. Alisa se sabía libre, él no iba a detenerla –tampoco podía hacerlo- Buscaba saciarsede él, abrirlo y beberlo. Reconocía que esa sed por él no terminaba nunca, y, sin embargo, no lograba estar todo un día a su lado.Le escuchó decir- “Un día de estos tenemos que hablar”-Sonrió apenas. Para ella “hablar” no le iba. Esperaría el día, y otra vez le callaría la boca a fuerza de mordidas y lamidas, convirtiéndose en la cachorrita, que no habla, ni escucha, ni entiende...
Sólo busca el hueco de unos brazos tibios.

Erzsébet

Se dejó tocar...

Ya no importaba lo que cualquiera se le ocurriera decir, ni los gruñidos rabiosos del viejo, ya se habia acostumbrado a esos tratos.
Alisa sabia que las noches solitarias eran las mejores.
Cerraba la puerta con cerrojo, dejada la ropa esparcida por el piso y se dedicaba a mirar las ventanas del edificio contiguo mientras fingia fumar y beber, por si uno de los vecinos la observaba sin ella notarlo. Debía mantener su imagen ante el público, pues sabía de actuación y de llevar su papel hasta las últimas consecuencias. Le pareció ver la sombra del pintor que iba y venia y luego el mantenerse estático frente al lienzo. Imaginó ser su modelo...Como un disparo de flash se encontró en la habitación, no debió desnudarse pues lo había estado siempre, no debió decir palabra pues el estar muda era su mejor virtud, aunque a muchos les pareciera motivador escuchar los grititos cortos que dejaba escapar cuando alguien se pasaba de la raya y comenzaba a hacerla sentir viva. Se dejó hacer, se convirtió en alimento para él, se dejó tocar con la mirada, se sintió perturbada y sin embargo no lloró como lo hacía a veces cuando alguien la miraba con dulzura. Se transformó en óleo, en pincel y en tela...mientras su sombra a varios metros al otro lado de la calle, en la ventana de la luz apagada, para ser más exactos, se trasformaba en nada.
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